Paz de Cateau-Cambrésis, tratado de paz firmado el 3 de abril de 1559 en Cateau-Cambrésis (Francia), por EnriqueII de Francia y FelipeII de España. El tratado puso fin a las guerras italianas, una serie de guerras que se habían producido de forma intermitente durante varias décadas a causa de conflictos territoriales. El tratado también fue firmado por Inglaterra, que se había aliado durante un tiempo con España. De acuerdo con los términos del mismo, Francia devolvió a España la mayor parte de sus conquistas italianas, entre ellas Piamonte y Saboya. En contra de las pretensiones de los ingleses, Francia se quedó con el puerto de Calais (Francia) y el obispado de Toul, Verdum y Metz (todo ello en Francia). El tratado reafirmó el control español sobre la mayor parte de la península italiana, así como significó el comienzo de una clara hegemonía española en Europa. BATALLA DE LEPANTO
Desde que los otomanos unificaran el Islam desde la península de Turquía, sus conquistas en Europa se sucedieron una tras otra ocupando Macedonia, Bulgaria, Serbia y Bosnia. En 1453 cayó Constantinopla, el último recuerdo del Imperio Romano de Oriente, seguida de Valaquia, Besarabia, Bosnia y Hungría hasta que en 1529 los jenízaros fueron detenidos ante Viena. En el Mediterráneo la situación era análoga, las galeras turcas imponían su ley y las incursiones berberiscas desde Túnez, Argelia y Marruecos no respetaban ninguna costa.
En los tiempos del Sultán Solimán la política de la Sublime Puerta en el Mediterráneo Occidental tuvo como objetivo Italia, por lo que tarde o temprano habría de chocar con los intereses españoles. En 1565 Solimán atacó Malta, un enclave que aseguraba el paso por los estrechos del Mediterráneo Central y una plataforma excelente para empresas sobre Italia. La expedición organizada por el virrey español de Sicilia consiguió levantar el asedio turco convirtiéndose en la primera victoria de los ejércitos cristianos en muchos años, demostrando que la flota turca no era invencible si se le oponía una fuerza organizada.
En 1566 llegó al trono de la Sublime Puerta el Sultán Selim, quien alentaba la idea de una guerra santa con argumentos religiosos panislamistas muy semejantes a los argumentos contrarreformistas de Felipe II.
Selim ayudó a Dragut, bey de Argel en sus expediciones contra Túnez y La Goleta y al mismo tiempo preparó una ofensiva contra los puntos estratégicos del comercio europeo en Oriente. El principal de estos enclaves era Chipre, clave de los intereses económicos de Venecia.
Durante la Edad Media Venecia se convirtió en una ciudad-estado dirigida por una corporación de comerciantes y banqueros que alcanzaron la prosperidad vendiendo en Europa los productos que traían desde India y China. Los venecianos disponían de una larga cadena de bases comerciales y puertos en Dalmacia, el Mar Egeo y el Mediterráneo Oriental. Para proteger estas posesiones los venecianos más que a la guerra recurrieron a su diplomacia, que no dudaba en repartir regalos y sobornos con generosidad.
A comienzos del siglo XVI el monopolio de Venecia fue roto por los portugueses con sus rutas circunnavegando África mientras que desde 1522 con la caída de Rodas, los turcos se fueron haciendo con las posesiones venecianas. Los venecianos comprendieron que acabarían por perder todas sus bases, por lo que trataron de encontrar un acuerdo con el Sultán y, cosas de la Diplomacia, buscaron la ayuda de España y el Papa. Treinta años atrás se había formado una alianza entre España, el Papa, Génova y Venecia, que resultó derrotada por los turcos, siguiendo cada nación su propio camino hasta que con la elección como Papa de Pío V, firme partidario de frenar un hipotético imperio religioso musulmán en el Mediterráneo, se convocó una nueva Liga Santa.
Tan pronto como las negociaciones comenzaron, surgieron los intereses particulares. Venecia pretendía formar rápidamente una expedición para recuperar Chipre, mientras que Felipe II deseaba una alianza a largo plazo que dominara el Mediterráneo para realizar expediciones contra los corsarios de Argel, Túnez y Trípoli. Pío V prometió a ambos financiar económicamente la gran flota que se proyectaba y en Febrero de 1571 se firmaron los Pactos entre la República de Venecia, España, la Orden de Malta y el Papa. La alianza tendría validez por un período inicial de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota cuyo mando se otorgó a Don Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II.
DERROTA DE LA ARMADA INVENCIBLE
La hostilidad entre España e Inglaterra tenía motivaciones políticas, económicas y religiosas. La potencia naval inglesa la convertía en el mayor enemigo de la Monarquía española, que necesitaba comunicar por mar sus dispersos territorios. Para mantener la soberanía española sobre los Países Bajos era necesario el envío frecuente de tropas por mar. Por otra parte, el tráfico mercantil que relacionaba Castilla con aquellos estados septentrionales estaba en peligro por los ataques piratas desde El Havre y la isla de Wight, ataques que contaban con el apoyo de la Corona inglesa.
Por su parte, Inglaterra deseaba perjudicar el comercio de su rival flamenco y la situación hegemónica de la Monarquía española. Además, existían enfrentamientos coloniales porque los otros Estados europeos no aceptaron la división de las áreas de expansión colonial entre España y Portugal que se hizo en el tratado de Tordesillas.
Los conflictos religiosos daban justificación a ambos contendientes y aumentaban las hostilidades de los respectivos súbditos contra el odiado enemigo. Las relaciones hispano-inglesas se degradaron con rapidez ante los episodios cada vez más frecuentes de piratería en las costas europeas, con grave deterioro de las relaciones mercantiles de la zona y la ruina consecuente del mercado de la lana castellana.
La hostilidad inglesa se agravó con la unión de Portugal y todo su imperio marítimo a España, que alejaba aún más la posibilidad de su participación en el terreno colonial. Por otra parte, el malestar aumentó tras las sublevaciones católicas en Inglaterra, ayudadas más o menos abiertamente por España, que también apoyaba a los rebeldes irlandeses.
En 1585 la guerra quedó abierta después de ser expulsado de Inglaterra el embajador español, acusado de participar en una conspiración. Inglaterra decidió una intervención directa y atacó los Países Bajos.
La única solución para la defensa de los Países Bajos y de las colonias parecía ser el sometimiento de Inglaterra, lo que hizo tomar fuerza a la propuesta de un
ataque sorpresa contra Inglaterra por mar. Felipe II decidió la preparación de una gran Armada en Cádiz y Sevilla, para que actuara conjuntamente con las tropas que se encontraban en los Países Bajos.
Estaban ultimados los planes y la flota a punto de partir cuando murió el hombre que debía mandarla. Su sustitución por un hombre que no era marino profesional fue uno de los errores, junto con la dificultad de coordinar su actuación con las tropas que se encontraban en los Países Bajos. La denominada "Armada Invencible", compuesta por 130 navíos que transportaban 27.000 hombres, zarpó definitivamente de La Coruña e
l 12 de julio; al acercarse al canal de La Mancha se encontró con la flota inglesa, que la esperaba en Plymouth, y tras varios días de enfrentamientos llegó a Calais apenas sin daño.
El encuentro con las tropas que esperaban en los Países Bajos e
ra difícil. Mientras se intentaba resolver la situación, la armada inglesa atacó los días 7 y 8 de agosto a la Invencible, que, tras sufrir grave daño, fue arrastrada por tempestades hacia el norte, hasta hacer imposible volver para encontrarse con las tropas que aguardaban. La Invencible emprendió el retorno bordeando las islas Británicas, con bajas de millares de hombres en el camino, hasta llegar a Santander el 23 de septiembre.
El desastre de la Armada Invencible supuso un daño irreparable para la marina española. En los años siguientes, la piratería inglesa conoció uno de sus mejores momentos, con centenares de actos de pillaje al año, que obligaron a la mejora de las defensas y a la construcción de una cadena de fortificaciones en las colonias españolas. A pesar del alto precio de la construcción naval en España, la necesidad de defender el Imperio hizo pensar a Felipe II en una segunda gran Armada, que efectivamente se construyó en 1596 con el objetivo de invadir Irlanda, pero que fue dispersada por los vientos, repitiéndose las pérdidas. Pero Felipe II continuó con la idea de la gran Armada, y en otoño de 1597 volvería a repetirse el encuentro con la climatología adversa y la dispersión. Al año siguiente moría el monarca español, y la disminución de los recursos obligó a su sucesor a olvidarse de la invasión de Inglaterra. Además, la muerte de Isabel I en 1603 dio paso a un período de buenas relaciones entre los antiguos contendientes.